30 Mar 2011 - 11:29 pm

Juan David Zuloaga D.

Atalaya

La barbarie (I)

Por: Juan David Zuloaga D.

HACE UNOS MESES LEÍ UN EXCElente libro del filósofo francés Michel Henry, titulado La barbarie.

Con una prosa escueta, una lucidez desbordante y una fenomenología que lleva hasta sus últimas consecuencias (de ella derivan una ética y una estética), estudia Henry las características de la barbarie, de la decadencia contemporánea, que el autor pondera más dramática que la de cualquier crisis precedente de Occidente.

El libro no es fácil, huelga decirlo, pero la hondura del autor paga con creces el esfuerzo. En él nos habla de cómo la barbarie es siempre segunda con respecto a la cultura, es decir, cómo la barbarie es siempre decadencia. Pone de relieve la cuestión de la técnica, hace una crítica feroz a ésta y a su expresión más consumada: la televisión. Un medio —cuyos fines, como suele suceder con la entelequia de la técnica, nunca se discutieron— cuyo principal propósito es permitir que nada haga la gente y que, así, se suma en la depresión y en el aburrimiento, del cual, explica Henry, procede incluso el mal.

Páginas fecundas, felices (pese a lo terrorífico y luctuoso del tema que en él viene tratado) en las que con una prosa concisa, compacta (incluso con los ejemplos teoriza), va mostrando los signos inequívocos de la decadencia y sus caliginosas y temibles consecuencias.

En un momento del libro, mostrando lo que los técnicos habían hecho sobre una antigua fortaleza griega en Eleuterio, tendiendo un cable de alta tensión por encima de ella, sostiene que si se trataba de transportar corriente eléctrica de un lugar a otro y de calcular las condiciones de esta operación, entonces la solución de los ingenieros griegos fue probablemente la adecuada. Pero si «nos parece uno de los innumerables ejemplos de la barbarie que devasta nuestro mundo es porque en esos cálculos, y para que sean posibles, se ha hecho abstracción de la sensibilidad», dice el filósofo francés. La barbarie de la ciencia, recuerda, es que un mundo por esencia estético deja de serlo por dicha abstracción que realizan los técnicos. Así, con la solución adoptada por los ingenieros no quedan abolidas las leyes estéticas, «como tampoco el mundo estético que componen. Sólo sucede que un mundo por naturaleza estético recibe la figura que le es propia en la época moderna: la de lo horrible y del horror». Contundente ejemplo de las páginas penetrantes del autor, ahítas de hondas reflexiones selladas con frases lapidarias.

Más adelante trae otro inquietante ejemplo en el que se dejan ver los medios de la técnica y sus consecuencias cuando actuamos llevados por sus ciegos designios. El ejemplo amerita comentarse y algunos otros temas del libro, glosarse, así que permítame el lector continuar en la próxima entrega de esta Atalaya.

 

Para saber mas sobre Henry:

http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/henry.pdf

 

http://www.clafen.org/AFL/V3/233-245_Ricardo-Diez.pdf

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