Ciencia, Tecnología y Sociedad
El sociólogo y escritor francés Gilles Lipovetsky participará en un seminario sobre él y sobre su pensamiento en la Feria. La entrada es libre.
Para el sociólogo francés Gilles Lipovetsky, hoy, a pesar de poder comprarlo todo, la gente se siente más ansiosa y frustrada que nunca. Sobre esto hablará el 16 y 17 de agosto en la Feria del Libro.
"El deseo trae consigo la decepción -responde vía telefónica desde París- porque no puedes controlar al otro. Puedes amar a otro, pero no puedes pedirle que te ame. No puedes dominar su deseo. Puedes esperar que tus hijos te amen, pero ¿y si no lo hacen? ¿qué puedes hacer? No tienes el poder para hacerlo, los otros se te escapan. Por eso, forzosamente estamos condenados".
Hoy, aunque más padres se sienten amigos de sus hijos, les conceden sus mayores anhelos materiales, los premian por todo y por nada, eso no les garantiza su cariño. Para Lipovetsky esto representa un fenómeno contradictorio: en un tiempo de menos autoritarismo y mejor comunicación, hay más suicidios juveniles que nunca. "Es paradójico que la sociedad de la comprensión de los jóvenes tenga como resultado tanto malestar".
"¿(...) Quién cree aún en la familia cuando los índices de divorcios no paran de aumentar, cuando los viejos son expulsados a los asilos, cuando los padres quieren permanecer 'jóvenes' y reclaman la ayuda de los 'psis', cuando las parejas se vuelven 'libres', cuando el aborto, la contracepción, la esterilización son legalizados? ¿quién cree aún en el ejército cuando por todos los medios se intenta ser declarado inútil, cuando escapar del servicio militar ya no es un deshonor? ¿Quién cree aún en las virtudes del esfuerzo, del ahorro, de la conciencia profesional, de la autoridad, de las sanciones? Después de la Iglesia, que ni tan sólo consigue reclutar a sus oficiantes, es el sindicalismo quien pierde igualmente su influencia. Por todas partes se propaga la ola de deserción, despojando a las instituciones de su grandeza anterior, y simultáneamente, de su poder de movilización emocional. Y, sin embargo, el sistema funciona, las instituciones se reproducen y se desarrollan, pero por inercia...", escribió en el libro La era del vacío, hace ya casi tres décadas y hoy vemos su acierto.
Decía él, entonces, que esta sociedad, caracterizada por Narciso, aquel enamorado de sí mismo, no se correspondía con una decisión tan radical y trágica como el suicidio, que simplemente no iban juntos deseo de exposición y corte abrupto de ésta, que el vacío de sentido o el hundimiento de los ideales de esos tempranos años ochenta, abandonados por privilegiar un culto a la personalidad y al cuerpo, no habían llevado a más angustia, más absurdo o más pesimismo.
Hoy confiesa que desatinó en ese diagnóstico, pues los signos de este inicio de siglo XXI son la ansiedad y la soledad, como exceso del individualismo. Tanta libertad, para consumir, creer y hacer, no pudo ser asumida con tanta ligereza como lo creyó en su momento.
No obstante, como el capitalismo no desaprovecha ninguna grieta, notó la carencia y la suplió. Basta recordar ese comercial de televisión que, luego de enumerar cuanto producto puede adquirirse en el mercado, enuncia: 'Hay ciertas cosas que el dinero no puede comprar. Para todo lo demás existe'... una tarjeta de crédito. Audazmente, pone el dedo en la llaga. ¿Qué pasa si el comprador no suple eso que la tarjeta no le da?
Y allí el pensamiento del sociólogo contraataca. Para eso están las psicoterapias, el psicoanálisis, la homeopatía, la acupuntura, el yoga, la meditación trascendental... "El mundo del individualismo contemporáneo es inseparable del ascenso de una cultura 'psi', un mundo tan diversificado, que parece un supermercado de psicoterapias y esto traduce algo muy profundo: el hecho de que el consumo no es suficiente. No basta tener un carro, viajar, navegar en Internet, comprar. Hay algo que el consumo no le da: la posibilidad de ser oído y de expresarse".
Esto responde a la incertidumbre reinante, al miedo al mañana. Lipovetsky nota una diferencia entre los jóvenes de hoy frente a los de su propia generación de los sesenta. Los siente más ansiosos, más preocupados y que, más allá de las apariencias que los unifica en las marcas, la moda o la música, carecen de utopías, de sueños.
Justamente, el poeta bogotano Santiago Espinosa (1985) decía algo muy similar en una entrevista reciente: "En el fondo, a mi generación le tocó envejecer muy rápido, porque no tuvo grandes aventuras: ni la Revolución ni mayo del 68 ni la séptima papeleta. Nosotros sentimos que es una época de derrota".
La presión es infinita. Competencia sin freno. Fines que justifican los medios así sea pasar por encima del otro. Éxito. Indiferencia. Fobia al compromiso. Relaciones libres. "La liberación sexual, el feminismo, la pornografía apuntan a un mismo fin: levantar barreras contra las emociones y dejar de lado las intensidades afectivas. Fin de la cultura sentimental, fin del happy end, fin del melodrama y nacimiento de una cultura cool en la que cada cual vive en un búnker de indiferencia, a salvo de sus pasiones y de las de los otros" (La era del vacío).
Pero nadie está a salvo. Cada quien busca apaciguar su alma, ya sea en el diván, contribuyendo en una causa solidaria o ecológica o buscando una fe que encaje a la medida de sus necesidades. "La gente necesita otras cosas que le permitan frenar la ansiedad de una sociedad sin comunidad -explica Lipovetsky-. El individualismo no es sinónimo de egoísmo. Es una de sus características, pero no es su única dimensión. También puede ser responsable". Así, muchos se refugian en las nuevas religiones, pero ya no siguiendo la tradición familiar del credo generacional, sino con el que se sientan más a gusto, por ejemplo, las espiritualidades orientales.
"Antes, estaba el poder de la Iglesia sobre el creyente, mientras hoy éstos dicen que son católicos pero que no están de acuerdo con el Papa. Hoy, las creencias son más fluidas, mucho más móviles, la propia religión es mucho más libre. Ejemplo de ello es el éxito de las formas de religiosidad oriental, el budismo, que hace que la gente mezcle todas sus formas en una especie de coctel. Y también están las conversiones, fenómenos muy importantes en la actualidad: la gente cambia de religión como cambia de marido", concluye desde París.
Ante la falta de referencias, todas estas creencias diversas - y para muchos volátiles- le dan, a quien las necesite y busque, un nuevo sentido a sus vidas, que funciona frente a la necesidad de respuestas inmediatas. Asimismo, el impulso ecologista, además de pretender legarles a las generaciones futuras un planeta respirable, también busca satisfacer el bienestar inmediato de tener una mejor salud. Todo hoy.
La seguridad en un mañana es tan precaria, que ya nadie sueña con construir un futuro a largo plazo, con mover montañas para lograr cambios o con permanecer en la memoria. Los realities son prueba de ello. El estrellato es tan efímero que la sentencia de Andy Warhol se cumple a cabalidad: serán 15 minutos de fama. Con eso sobra y basta para la sociedad actual. Con todo lo que esto significa.
DOMINIQUE RODRÍGUEZ DALVARD
Redacción EL TIEMPO
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