No había transcurrido una semana de su elección, cuando el nuevo alcalde de la principal ciudad del país declaró a la opinión pública que gobernaría con jóvenes; en la ciudad de Medellín, un reconocido experto del tema del desarrollo se centró en la tesis que las soluciones a los grandes problemas del mundo se encuentran en las manos de los jóvenes. A pesar de que ellos son ya dos viejos, expresión que se empleará en el sentido más cariñoso y respetuoso del término, en sus discursos se da a entender que los viejos no tienen mucho para aportar.
 
Infortunadamente, las ideas anteriores refuerzan ese estigma negativo que se debe llevar en nuestra sociedad por ser viejo y que se hace explícito en expresiones como “¡Dios mío, cómo estás de viejo!”; “deja de pensar como un viejo”; “vos y tus chocheras de viejo”; “¿pero no está como muy viejo para que lo contraten?”; “es hora que los viejos se vayan del poder”, entre otras tantas expresiones.
 
Lo más injusto e indigno es que cada vez la sociedad le cierra las puertas del mundo laboral y hasta social a los viejos. Por ejemplo, hay organizaciones que en sus procesos de selección tienen un curioso criterio de desempate: si dos candidatos cumplen con las mismas condiciones, ¡el empleo será para el de menor edad y no para el “más viejo”! A este tipo de prácticas le pueden dar todas las justificaciones administrativas que quieran, pero en sí misma, es perversa por deshumanizante e inequitativa.
 
¿Acaso hay que ser joven para ser innovador, creativo, y líder positivo? ¿Sólo si se es joven se tiene la capacidad de aprender cada día más, demostrar el compromiso social y ambiental que nos puede sacar de las crisis por las que pasa la humanidad, hacer de la vida un acto de exigencia permanente y en consecuencia dejar atrás el conformismo? Si cualquiera de nosotros abre bien los ojos y no se deja llevar por los prejuicios, encuentra que hay una gran cantidad de viejos que evidencian día tras día estas características, como también se encuentra un alto número, más de lo que se cree, de jóvenes en los que las mismas brillan por su ausencia.   
 
En el mundo oriental se dice que una cultura se ennoblece cuando sus viejos siembran árboles sabiendo que bajo su sombra jamás se sentarán, pero se ennoblece mucho más, cuando los integrantes de esta misma cultura valoran la experiencia de sus viejos y les reconocen el especial trabajo que han realizado para el beneficio de la sociedad.
 
Por respeto y justicia hay que deslegitimar las ideas equivocadas que de los viejos solo surgieron problemas y que de los jóvenes solo saldrán soluciones o que ya los primeros, a diferencia de los segundos, no tienen nada nuevo para aportarle al mundo. Con lo dicho hasta acá, no se busca generar una confrontación entre las generaciones, por el contrario, solo se busca que tengamos una mirada respetuosa y justa sobre el ser joven y el ser viejo, lo cual es fundamental para que alcancemos el real desarrollo en el que se pueda vivir dignamente.     
 
Si los ciudadanos que eligieron al alcalde nombrado en el primer párrafo hubieran pensado que la ciudad debería estar en manos jóvenes, él no habría sido alcalde y, en consecuencia, no hubiese podido colocar su vasta experiencia y conocimientos al servicio de la ciudad. Pero a lo mejor, él piensa que el único viejo inteligente y útil que existe es él.
 
Fuente: Nicolás Fernando Molina Sáenz

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