Razón para el mundo

Hanghaus 128, Stuttgart, Arquitecto: Werner Sobek © Roland Halbe El carbón, el petróleo y el gas no sólo se vuelven escasos sino que aceleran aún más una sensible crisis global: el cambio climático debido a las emisiones incontroladas de CO2. Los seres humanos debemos repensar y reorientarnos. El automóvil, así como también el avión, se encuentran siempre en el foco de la acusación. Pero hay otros aspectos donde la cuestión es más aguda: el 80% de las emisiones de CO2 tienen que ver directa o indirectamente con la construcción. Por ello, la arquitectura de nuestras ciudades deberá adaptarse a los tiempos posfósiles. Formulado de manera más clara: las viviendas y los barrios deberán generar su propia energía regenerativamente. ¡Incluso las viviendas serán centrales energéticas!

Berlín, 27 de marzo de 2009. Ministerio federal de Transportes, Obras Públicas y Desarrollo Urbano, en el edificio que fue construido en el siglo XIX como Instituto Geológico Regional y Academia de Minas. Aquí se han ocupado desde el primer momento de los recursos naturales del país. En su meticulosamente restaurado patio de luces, los primeros de entre varios miles de arquitectos alemanes firmaron ese día un manifiesto sobre la cultura de la construcción en tiempos de cambio climático.

Se denomina “Razón para el mundo”, y en él podemos leer: “Los arquitectos, ingenieros, urbanistas y arquitectos paisajistas y de interiores reclaman, para su desempeño profesional, principios y perspectivas que sean conformes con un uso responsable de los recursos del planeta. La protección del clima exige una nueva manera de pensar, una nueva resolución y una nueva compenetración por encima de todas las fronteras”.

Como todos los demás grupos sociales y profesionales responsables, también los arquitectos tuvieron que reconocer que el calentamiento terrestre y los problemas vinculados con él nos obligan a repensar y a actuar en consecuencia. Las decisiones políticas de la República Federal de Alemania conocidas como “3 veces 20” (consumir un 20% menos de energía, usar un 20% más de energías renovables, para conseguir un 20%, quizás incluso un 40%, de reducción de emisiones de CO2), obligan a los arquitectos e ingenieros a repensar los procedimientos de construcción de sus edificios.

Con una morfología inteligente y orientada hacia el futuro de nuestras ciudades y edificios, los profesionales de la arquitectura quieren contribuir decisivamente al cambio ecológico. Para ello no basta con los actuales sistemas de células solares y materiales aislantes. El manifiesto reclama un abordaje conceptual que considere en la misma medida las cuestiones del emplazamiento, la elección de materiales, el empleo de la técnica, los aspectos de la movilidad, los requisitos del ciclo climático y el uso de la energía. “Razón para el mundo” debe ser la piedra de toque del posicionamiento ético fundamental de los arquitectos e ingenieros en su actividad cotidiana, y ha sido presentado como aportación alemana a la conferencia de las Naciones Unidas sobre el clima de 2009, en Copenhague.


Consecuencias para el saneamiento de edificios antiguos

¿Qué significa semejante manifiesto para el día a día de la arquitectura, por ejemplo para el saneamiento de viviendas antiguas? Un edificio antiguo no saneado consume más de 400 kilovatios hora por metro cuadrado y año, sólo para la calefacción; hasta una construcción promedio de los años ochenta consume incluso más de 200. Un edificio pasivo, favorecido con el estatus alemán KfW 40 (así llamado por el KfW = Instituto de Crédito para la Reconstrucción), sólo consume 40 kilovatios hora; un edificio de energía cero, nada, si se exceptúa la corriente eléctrica para la iluminación y el agua caliente.

No siempre es sencillo poner al día los edificios antiguos, dejando intacto su carácter histórico desde el punto de vista de la conservación de monumentos. Cuando se trate de hacer más eficientes, energéticamente hablando, las viejas construcciones, se debería seguir la regla “ideas en vez de aislantes”, como piensa el arquitecto berlinés Wilfried Brenne. De lo contrario, esas viviendas pasarían a ser un escenario del arte de empacar, sin alcanzar la calidad con que los arquitectos tendrían que dotarlas: “Esto exige de nosotros un nuevo proceso de conocimiento. Tenemos que aprender a darle un carácter arquitectónico a los materiales aislantes”. Esta exigencia de un nuevo descubrimiento de la calidad arquitectónica aparece en un momento en que tan sólo se piensa en el sistema de aislamiento térmico aritméticamente más ventajoso, cuya epidermis se parece al tradicional revoque y en realidad consiste en una adición de materiales sintéticos. Con frecuencia se impone a las filigranas de la arquitectura originaria, fingiendo ser algo compacto, pero que suena a hueco apenas se golpea.

Hay muchas posibilidades de no caer en la trampa de una papilla configurativa unitaria. Una de ellas es preocuparse por emplear materiales que realmente sean duraderos. En lo más alto de la lista de lo razonable figura la madera, como material de construcción natural y renovable. Otros materiales como la piedra y el hormigón (=concreto) también cuentan como duraderos, pero sólo cuando se los pueda emplear para una larga vida útil de una vivienda, pues debido a la muy alta cuota de energía primaria que se necesita para obtenerlos, desde el punto de vista de la duración sólo tiene sentido usarlos para una obra donde esa duración sea larga. Arquitectura perdurable, por lo tanto significa examinar el ciclo de vida completo de una vivienda, para prolongarlo más allá de los 20 o 25 años habituales en la actualidad. Cuando se toma en cuenta en ese balance la energía primaria para la construcción y para el derribo, muchas veces vale la pena reflexionar sobre la conservación de un edificio antiguo en vez de aislarlo térmicamente por las buenas.

A causa de los costes, y a pesar de la legislación protectora de monumentos, muchos edificios antiguos corren el peligro de perder su carácter histórico si sus propietarios no están bien aconsejados. Los firmantes del manifiesto “Razón para el mundo” han prometido hacerlo. Pero en cualquier caso, en Alemania, también el legislador tiene que ser más liberal y abierto. Si por ejemplo, a causa del “pasaporte energético” reglamentario y de otras regulaciones, muchos propietarios de viviendas unifamiliares se ven obligados a sanearlas basándose exclusivamente en valores orientados al ahorro de energía, algún que otro bello detalle ornamental desaparecerá debajo de fachadas termoaislantes, volviendo un poco más aburrido nuestro entorno.


La nueva imagen de las ciudades

¿Cómo, pues, construir en el siglo XXI, frente al cambio climático? ¿Existe ya una estética de la construcción y el urbanismo duraderos y energéticamente conscientes? “Sí”, dice el profesor Manfred Hegger, quien con su equipo de alumnos ganó en 2007 el renombrado concurso internacional estudiantil “Solar Decathlon 2007”. Y ésta es su opinión: “La construcción energéticamente eficiente es también un desafío estético”. En el tema de la “eficiencia energética en la construcción”, y con su Instituto en la Universidad Técnica de Darmstadt, Hegger se encuentra a la cabeza de un movimiento que se ha institucionalizado en la “Sociedad Alemana para una Construcción Duradera”.

Su presidente es el profesor de Stuttgart Werner Sobek. Hace ya diez años, con su Hanghaus R 128, demostró que su principio de la construcción, al que llamó “Triple Cero”, incluye tres veces el cero: la vivienda no puede gastar, repartida a lo largo del año, ninguna energía más de la que ella misma produzca con su instalación fotovoltaica en el techo y los intercambiadores térmicos en el suelo. No podrá emitir bióxido de carbono. Y tendrá que ser completamente desmontable y reciclable, de tal modo que alguna vez sus residuos sean aproximadamente cero. Y puesto que R 128 es por completo dirigible y regulable a control remoto, se convirtió en el icono de la nueva arquitectura, que es ahora también climáticamente compatible.

También Manfred Hegger construye ya más eficientemente de lo que está regulado en las reglamentaciones sobre el ahorro de energía. Hegger quiere llegar a la “Plus-Energiehaus”, esto es, la vivienda como central energética, que se autoabastece y no sólo eso sino que puede ganar dinero con su producción de energía. El resultado, según Hegger, podría generar nuevas imágenes de ciudades y edificios que producen su propia energía, segura, ecocompatible y digna. Con ello quiere dar a entender, naturalmente, una elevada cualidad estética.

Como un prestidigitador, el arquitecto puede hacer desaparecer los elementos mecánicos, en las azoteas, en los cimientos, en las fachadas y, naturalmente, muy en especial, con buenos elementos aislantes en superficies tales como ventanas, paredes y techos. De esa manera será menos perceptible el cambio en la arquitectura. En todo caso se puede hacer que el tema de la generación de energía se convierta en un elemento de la estética del edificio, esto es, colocar en primer plano los elementos generadores de energía, mostrando así que la vivienda se comporta con el medio ambiente de otra manera a como nosotros normalmente lo hacemos.

Cómo funciona, lo muestra la Academia Mont-Cenis, en Herne-Sodingen, en la cuenca del Ruhr, que se convirtió en un temprano faro del movimiento. Las dimensiones, 100x400 m con una altura de doce metros, hacen que el gigantesco contenedor de madera y vidrio de los arquitectos franceses Jourda y Perraudin, a quienes Manfred Hegger había aconsejado en materia técnico-energética, se nos aparezca como un ovni. Es en realidad un receptáculo para una pequeña ciudad autárquica, con su biblioteca de barrio, sus restaurantes, un hotel y una academia del Ministerio del Interior. Y lo más importante: la obra produce fotovoltaicamente desde su techo el doble de la energía solar que ella misma consume. Los habitantes de Herne-Sodingen, otrora un suburbio minero, se han encariñado con el inusual edificio. Pues si antes acá se calefactaba con carbón, hoy es un edificio/central energética que casi cubre sus propias necesidades y además incluso puede almacenar el gas metano de las profundidades de las viejas galerías.

El edificio premiado, “Solar Decathlon House 2007“, con su elegante fachada de madera y puertas celosías, es un ejemplo mucho más modesto en sus proporciones (56 m2 de planta). Para obtener la mayor cantidad de superficie útil en tan pequeño espacio, todos los muebles están integrados en el suelo, pudiéndose ocultar completamente en caso necesario. El núcleo cerrado (con la cocina y el baño) está reducido al mínimo y, asimismo, en caso necesario, puede desplegarse y ampliarse como cuarto de ducha o para celebrar eventos gastronómicos. En la elección de materiales se pensó en primer término en los que fueran reproducibles, bioasimilables o reciclables. Toda la energía necesaria para la vida cotidiana la suministra solamente el sol.

Así pues, el mandamiento de la hora actual es investigar y experimentar, como por ejemplo se hace en la Exposición Internacional de la Construcción (IBA) de Hamburgo de 2013. En un laboratorio de la IBA dedicado al tema de la arquitectura en tiempos de cambio climático, jóvenes urbanistas de Hamburgo han presentado ya proyectos concretos, como “The Plug”, para un nuevo centro en el barrio hamburgués de Wilhelmsburg, proyectos donde las viviendas recuerdan máquinas eólicas y grupos electrógenos. Quizás no encajen del todo en el gusto hanseático, pero sí en el mundo visual de una arquitectura que promete un nuevo comienzo. Nótese que cuanto más elevadas sean las exigencias, tanto más imaginativas pueden ser las respuestas arquitectónicas. Entretanto ya se han abierto las licitaciones, o se han otorgado las licencias, para el centro de Wilhelmsburg, con su concepto energético que, al lado del empleo de energías regenerativas y neutrales en cuanto a CO2, considera la existencia de una red energética. Aparecen edificios experimentales, entre ellos torres de viviendas con cubiertas vegetales o viviendas generadoras de un plus energético, smart houses, esto es, prefabricadas inteligentes o híbridas, que pueden ser servidas por distintas energías alternativas y además suministrarlas a otras.


Ciudad, región, corriente energética

En los numerosos congresos, seminarios y talleres de la IBA se ha puesto algo más en claro: la arquitectura frente al cambio climático es mucho más que sólo un tema de los arquitectos, es también un asunto propio de los constructores y los inversores, y es sobre todo un tema de la planificación urbana. La decisión de cómo construimos y planificamos es cada vez más una tarea de la comunidad, porque, por ejemplo, las instalaciones regenerativas se pueden comercializar y usar mejor de manera comunitaria. Es posible que se produzca, literalmente, un acercamiento; la vivienda unifamiliar, aun cuando siga siendo el anhelo íntimo del ser humano, precisa demasiada superficie, demasiada energía primaria, demasiado de todo si hay que tener controlada la necesidad de calefactar y de refrigerar. Ciudades y barrios climacompatibles estarán por ello más densamente poblados. Eso no significa necesariamente despedirse de la vivienda unifamiliar, pero los constructores de “la casita propia” podrían y deberían unirse en comunidades. De ese modo podrían generar y vender conjuntamente energía regenerativa.

También acerca de ello se piensa en la IBA, cuyo jefe, Uli Hellweg, resume de esta manera el futuro de la arquitectura frente al cambio climático: “Nos encontramos completamente al comienzo de una transición a una época posfósil, que todavía durará una décadas. Pero el paso de la economía agraria o de la artesanal a la industrial también duró cien años. Nos hallamos en un punto como ése, y al final tendremos nuevas imágenes paisajísticas, nuevas arquitecturas. Para los arquitectos y los urbanistas, naturalmente, también es una tarea gigantesca encontrar una nueva estética posfósil”.

En su condición de jefe de la IBA, Uli Hellweg es también responsable este año de la contribución alemana a la VIII Bienal de Arquitectura de São Paulo. Bajo el rótulo “Ciudad para todos”, un tercio de los proyectos expuestos en la bienal están dedicados a la “ecópolis”. Se muestran visiones y recursos, y cómo pueden emplearse de manera óptima para la durabilidad, así como también se presenta a los protagonistas y héroes, como Manfred Hegger o Werner Sobek. Los proyectos abarcan desde “SL” hasta “XXL”. Por ejemplo: desde una casa de madera de siete pisos en el barrio Prenzlauenberg de Berlín (obra de los arquitectos Kaden y Klingbeil) hasta las ideas para el aprovechamiento del aeropuerto berlinés de Tegel cuando deje de funcionar como tal. Bajo el lema “TXL+ : Vitrina para una ciudad con un plus energético”, los arquitectos de Hamburgo Gerkan y Marg, quienes proyectaron ese aeropuerto en los años setenta, quieren usar la vieja terminal como una especie de feria de muestras ecológica, y las pistas de despegue y aterrizaje, como canales fluviales rodeando una nueva ciudad energéticamente eficiente. También fue presentado el 27 de marzo de 2009 en Berlín, como el mejor ejemplo práctico en el marco del manifiesto del cambio climático.
Dirk Meyhöfer (1950)
es urbanista, periodista, crítico arquitectónico, autor y curador de exposiciones. Está especializado en la tradición arquitectónica de Hamburgo, donde vive desde hace 30 años. Desde 1986 edita el anuario de la Cámara de Arquitectos de Hamburgo. Ha organizado eventos culturales sobre el tema de la arquitectura en el contexto del cambio climático.

Traducción: Ricardo Bada
Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion
Noviembre 2009

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