¿Después de mí, el diluvio? Naturaleza – Cultura: Arte

Reynold Reynolds (EE.UU.) y Patrick Jolley (Irlanda); “Burn”, 2002; 16 mm transferido a video, color, sonido, 10 min © Reynold Reynolds y Patrick JolleyLa alusión del título a la inundación bíblica universal hace esperar dimensiones apocalípticas, fuerzas desatadas de la naturaleza de las que no nos zafaremos fácilmente a pie enjuto. ¡Otra vez estos agoreros alemanes!, pensará el lector. No han hecho más que convertirse en campeones mundiales en la recreación de escenarios catastrofistas a cuenta de la destrucción de los bosques, y ya están intentando meternos en el bote para capear juntos el temporal anunciado. ¿Qué pinta todo esto en una revista cultural?


Temperaturas estéticas: los dominios del arte

¿Qué tienen que ver los fenómenos de las ciencias naturales –y el cambio climático se aborda en gran parte como tal– con el arte y la cultura? ¿Dónde queda la dicotomía entre las humanidades y las ciencias naturales a la que tan aficionados somos? ¿Hemos de lanzar acaso por la borda del bote que se hunde la rémora del tópico del arte como sinónimo de lo noble, lo veraz, lo bueno? Alfons Hug, curador de “Intemperie”, proyecto expositivo con varias etapas y autor de nuestro artículo de fondo, exige en todo caso la “reculturación” de un discurso que, según él, no ha de dejarse en manos de las “exactas” ciencias naturales, porque ya hace tiempo que el cambio climático ha dejado de ser un mero problema ecológico. “Los fenómenos climáticos, cada vez más mediatizados y burocratizados, se han de volver a ‘culturalizar’ midiendo la temperatura estética de un nuevo estado de ánimo. En lugar de análisis insensibles, lo que se requiere en estos tiempos afanados infatigablemente en erradicar la poesía de la capa de la Tierra es una erótica del trato con la naturaleza”.

Así, escritores, artistas, fotógrafos toman la palabra y la imagen para desgajar de este tema una dimensión sensorial, en lugar del frío material numérico de las proyecciones abstractas, de un lado, y del estrépito calenturiento de tono amenazante de los medios, de otro. Y sobre todo, para ofrecer una lectura alternativa a la moderna parábola del pecado del “quien vive perturba (el equilibrio ecológico)”.


Turbulencias climáticas. Nuestra imagen de la naturaleza

En vez de insistir en semejantes escenarios calamitosos, preguntarse acerca de la idea de la naturaleza que subyace a las distintas sociedades abriría perspectivas a las premisas de la discusión que se mantiene actualmente en Europa, posiblemente con más ímpetu que el empleado hasta ahora en Latinoamérica.

Si uno indaga en la cuestión de cómo refleja el arte la relación de la naturaleza y la cultura, pronto queda de manifiesto que ambos polos son variables de una relación flexible. El carácter cambiante de la idea de la “naturaleza” resulta evidente justamente este año que celebramos el aniversario de Darwin si pensamos en el enorme salto que representó (y representa) el paso de un modelo de explicación teológico a uno científico. Y ello sin olvidar que la significación de “naturaleza” tiene siempre una fuerte carga cultural. La naturaleza ha sido dotada de sentido animista, considerada enemiga y combatida, se ha tenido como un bien merecedor de protección, se ha idealizado románticamente, se ha visto como el espacio añorado de la creación divina del que el hombre fue expulsado, ha sido tomada como objeto de la agrimensura científica. En cada caso, la línea de demarcación con la “cultura” varía.

Hay que sondear tales fronteras e interpelar con preguntas del tipo: ¿Se puede “entender” la naturaleza? ¿Cómo la percibimos? ¿A quién pertenece la naturaleza y cómo hay que aproximarse a ella?


La catástrofe natural y otras vertientes del cambio climático

De nuestra manera de entender la naturaleza también depende que concibamos o no sus transformaciones –ya sean de origen “natural” o antropógenico– como desastres. ¿No puede ser que haya también en juego estrategias políticas en la versión preponderante del cambio climático como catástrofe o –el caso opuesto– en los lemas bagatelizadores del tipo “keep cool”?

En todo caso, nuestros hábitos mediáticos también determinan nuestra imagen del mundo. Al fin del mundo que nos brinda la pantalla grande del cine estamos ya acostumbrados desde hace tiempo, pero últimamente el apocalipsis ha encontrado un nuevo género: el documental. Disponemos de un enorme arsenal de metáforas visuales, pero ¿dónde termina la ficción y dónde empieza la realidad? ¿Qué puede predecirse realmente? ¿Qué es lisa y llanamente alarmismo? ¿No perturban el pesimismo y el sentimiento de impotencia ante los cambios del clima y la naturaleza nuestra actuación política, en lugar de generar espacios creativos para nuevas estrategias de aclimatación en un mundo en transformación?


Tercera piel: ¿aclimatación o rechazo?

Se trata de un gran desafío, ya que entretanto el presagio fatídico cinematográfico de la destrucción del planeta mediante tornados, glaciaciones, incendios y procesos de carstificación casi parece haberse cumplido. Cuando menos, son alarmantes las dimensiones de las consecuencias devastadoras de los huracanes reales, que afectan también gravemente al ámbito de lo social, algo que se manifiesta claramente en Nueva Orleans incluso cuatro años después del “Katrina”, y no sólo allí.

Sobrevivir sí… ¿pero cómo? ¿Resignarse o actuar? Al menos los arquitectos y urbanistas alemanes parecen haberse decidido ya por la segunda opción con su manifiesto a favor de una arquitectura e ingeniería aptas para el futuro. También en este caso el recurso al arte y a los mecanismos creativos de adaptación y elusión se convierte en premisa de cualquier cambio. El manifiesto, por cierto, lleva el simpático título, un punto megalómano, de “Razón para el mundo”.
Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion
Noviembre 2009

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