Publicado en periódico La Tekhné
Noviembre- diciembre 2009
ISSN 1692-7451



Parece ser evidente que existe una relación íntima entre la mente humana y la creación de artefactos. Por ello, plantearemos algunos puntos de discusión de cómo podemos concebir los artefactos, que son uno de los productos más significativos de nuestra actividad técnica humana. En este corto artículo, en vez de resolver la pregunta por los artefactos técnicos, lo que plantea es abrir líneas para la discusión que lleve a reformular las teorías sobre la técnica, la tecnología y lo artificial.

“Un artefacto es un objeto que ha sido hecho intencionalmente” esta puede ser una primera definición sobre este tipo de creaciones humanas, definición que es demasiado sintética para todo lo que se puede teorizar sobre los artefactos. Aristóteles en su física (Libro II, 192B) señala que existen dos clases de objetos, los que existen en la naturaleza y los productos artificiales, estos últimos producidos por acciones de un autor. Aunque la definición de Aristóteles: “si un objeto es un artefacto tiene un autor” (Artifact, Stanford Encyclopedia), bien no podría ser una creación humana. De esta forma los nidos de las aves, las presas de los castores o los panales de las abejas también las podríamos llamar artefactos, sin embargo, vamos a señalar que existe una diferencia sustancial entre estas creaciones animales y los artefactos técnicos humanos y allí es cuando aparecen las particularidades de la mente humana.

Los artefactos técnicos humanos no son producciones automáticas motivadas por el instinto sino que son objetos que se conciben con una racionalidad consciente, por tanto, son productos que se conciben inicialmente en una mente autoconsciente. Esto lleva a señalar un tipo de “naturaleza dual” de los artefactos como productos híbridos entre la mente y la estructura material. Por otro lado, la técnica humana parece estar asociada con la “Intencionalidad” que es capacidad de la mente en pensar en situaciones y objetos del mundo por fuera sí misma. Como objetos concebidos por la mente de un individuo o las mentes de un colectivo (un grupo social o una institución), no se puede olvidar el libre albedrío y la voluntad que tal vez nos den explicación de por qué los artefactos tienen, además de los factores funcionales, factores estéticos y valorativos plasmados en sí mismos.

Artefactos, técnica y racionalidad

La técnica humana se puede definir como la “capacidad de creación y aplicación de instrumentos autocorregibles” (Pacho, 1997, p. 59). Esta técnica es distinta a la de otros animales porque está mediada por una “razón técnica”, es decir, una racionalidad para construir artefactos y sus procesos para obtenerlos que son una manifestación externa en la que está plasmado el imaginario humano. Para hacer un artefacto es necesario imaginar la finalidad del instrumento, su función, su diseño, su forma de usarlo, de cómo puede el artefacto mismo comunicar su uso, para así tratar de construirlo, como consecuencia de esto en la concepción de un artefacto debe haber factores racionales, estéticos, valorativos y simbólicos para su concepción.

Aquí vemos la más importante diferencia entre la técnica humana y la animal, la posibilidad de conservar y transmitir, desde y por fuera del cuerpo, información en la memoria colectiva, a través del lenguaje o de las representaciones simbólicas y materiales y no sólo a través de los genes. Los individuos humanos podemos, gracias a ello, partir de ese punto hacia la formulación de reparaciones, innovaciones y mejoras. A diferencia de las aves o de las hormigas, el Homo sapiens es un ser técnico innovador atravesado por el pensamiento abstracto. Por lo tanto, la técnica humana está mediada por una racionalidad humana técnica y por la complejidad de sus elementos mentales e intencionales, como consecuencia, se puede afirmar que los artefactos técnicos son creaciones de la mente.

Mente y cosas materiales

El universo humano está constituido en dos concepciones de mundo, aparentemente muy distintas, que se manifiestan en nuestra manera de pensar, hablar, actuar y desenvolvernos. Por un lado, vemos un mundo compuesto de los objetos físicos que interactúan a través de conexiones causales, es decir, un universo causalmente cerrado compuestos por entes físicos. Por otra parte, consideramos que también existen entidades compuestas por elementos mentales (deseos, creencias, teorías, valores, etc.), que intencionalmente representan el mundo físico y la forma de actuar en él; es el mundo mental de un individuo o de un colectivo (varios sujetos interactuando). Los artefactos técnicos por un lado están inmersos en el mundo físico y actúan siguiendo unas determinadas leyes causales que les dan la posibilidad de existir por un determinado tiempo y lugar y, por otro lado, fueron concebidos en el mundo mental (individual o como entidades sociales) con el fin de cumplir una función, intención, simbolización o deseo (Kroes y Miejers, 2002, p. 2).

El artefacto nace como una incorporación de los contenidos mentales sobre objetos materiales naturales u otros objetos artificiales preexistentes en el mundo físico. Es como si los contenidos mentales individuales o colectivos se materializaran. Cabe aclarar que si discutiéramos en un sentido más amplio, deberíamos hablar de todo el mundo artificial que contiene, además de artefactos, sistemas técnicos, idiomas, normas, instituciones, etc., pero por no desbordar en detalles sólo nos ocuparemos de los artefactos técnicos. A pesar de que los artefactos tienen un componente mental y otro material, me parece importante señalar que el carácter intencional de los artefactos tiene primacía sobre el carácter físico ya que el mundo mental es el que concibe y hace posible vencer los obstáculos normativos (leyes de las ciencias, relaciones causales, disponibilidad de recursos, etc.) del mundo físico.

Para apoyar esta última afirmación quiero traer el concepto de “Intencionalidad”, que es “un término técnico utilizado por filósofos para referirse a la capacidad de la mente en virtud de la cual los estados mentales se refieren a, versan sobre o corresponden a objetos y situaciones del mundo al margen de sí mismo” (Searle, 2005, p. 43). Un ejemplo es pensar en el sol que se encuentra a ciento cincuenta millones de kilómetros de la tierra o que la capital de Cuba es La Habana, por esto pregunta Searle: ¿qué elementos del pensamiento le permiten llegar a un lugar tan lejano como el sol? ¿cómo puedo pensar en La Habana si no la conocemos? ¿cómo es posible la Intencionalidad? La Intencionalidad es posible porque no se refiere a algo que está fuera de la mente sino que se refiere a las formas de representación de la mente, luego, cuando nos referimos al sol no nos referimos propiamente a la estrella en el centro del sistema solar sino al concepto que nos hemos creado del sol, es decir, a nuestro concepto de sol aprendido por el sentido común, por la información de los libros, por las referencias en televisión, Internet o cualquier otra fuente de información.

Aquí viene la contribución de la filosofía de la mente a la filosofía de los artefactos; si cambiamos la pregunta ¿cómo es posible pensar en un objeto (artefacto) que aún no existe?, ¿cómo es posible como consecuencia que un concepto (el concepto de un utensilio por ejemplo) llegue a ser un artefacto físico a partir de materiales preexistentes? La Intencionalidad, a mi modo de ver, es la capacidad de la mente que admite la concepción inicial de los artefactos ya que permite que estados mentales como la percepción, la memoria, las creencias, las intenciones y los deseos logren imaginar un artefacto fuera de la mente (muchas veces inexistente) y que además logre vencer los obstáculos físicos que impone el mundo natural a los objetos materiales. Los artefactos son entonces creaciones de nuestra mente de la que hacen parte la conciencia, los contenidos de los estados mentales (creencias, percepciones, intenciones, deseos, etc.) e incluso el libre albedrío. Pero los artefactos no sólo son las ideas o el diseño ya que deben materializarse para llegar a instaurarse en el mundo físico, por esto su naturaleza híbrida.

Artefactos y libre albedrío

En una conferencia llamada “el mito del hombre allende la técnica”, José Ortega y Gasset expuso un mito en el cual un animal (el primer humano), a causa de una anomalía biológica, desarrolló una capacidad de memoria de largo plazo, que lo distinguió fuertemente de sus congéneres. Como podía mantener nítidos y completos los recuerdos de sus vivencias, podía retrotraerlos en todo momento, es decir, podía revivir lo vivido. Al poder almacenar los recuerdos, este animal “se convirtió en el primer hombre que había encontrado súbitamente una enorme riqueza de figuras imaginarias en sí mismo” (Ortega, 2001, p. 137). Ese animal, dice Ortega, era una anomalía, estaba loco, lleno de fantasía como ninguno. A diferencia de los otros, tenía otro mundo: un mundo interno para sí mismo. Los demás seres están volcados todo el tiempo hacia fuera (al mundo exterior), hacia su relación con el entorno y su supervivencia, pero éste anómalo tiene la oportunidad de regresar hacia sí mismo, de visualizar no sólo las cosas como “son” sino cómo “podrían ser”. Con su mundo interior, este animal puede imaginar cómo intervenir su realidad, comunicarse con los demás, “leer” sus mentes y verse asimismo por fuera de sí. La memoria, la imaginación y la autoconsciencia le permitieron desplegar actos técnicos, crear artefactos, asignar funciones, crear símbolos, crear convenciones que le permitieron lograr más grados de libertad en su comportamiento individual y social y no solamente reaccionar ante los estímulos del medio y las necesidades biológicas. Lo anterior muestra que la técnica humana no es instintiva, está liberada por y para la voluntad y el libre albedrío, por lo tanto hay márgenes de libertad para los actos técnicos y por ende cierta libertad en la concepción de artefactos. Esto podría aclarar por qué los artefactos además de tener una “función” tendrían aspectos estéticos, simbólicos y valorativos.

La voluntad y el libre albedrío son indispensables para una teoría de los artefactos ya que si estos fueran solamente creaciones funcionales (sin aspectos estéticos, simbólicos y valorativos) su diseño que evolucionaría en una sola dirección (en la dirección de tener mejor funcionalidad), pero esto evidentemente no sucede así. ¿Por qué existen tantos diseños de artefactos que cumplen una misma función? ¿Por qué si tienen la misma función los diseños son diferentes dependiendo de la época y el lugar en que fueron construidos? Los diversos diseños de un mismo artefacto nos muestra que existen muchos factores adicionales a la función, tanto externos (cultura, ambiente, moda, etc.) como factores internos propios del individuo (gustos, deseos, etc.).

Lo que quiero afirmar es que, cuando se dice que los artefactos tienen una naturaleza híbrida entre físico y mental, no se debe reducir lo mental a sólo lo funcional. También hay elementos individuales que determinan la concepción de dichos artefactos así como también hay una memoria colectiva registrada en la cultura que se manifiesta de muchas formas.

Para recapitular

En primer lugar señalamos que la técnica humana (como proceso y como producto) es una forma de manifestación de nuestro imaginario que modifica el entorno que nace de la posibilidad de mantener contenidos mentales a largo plazo (como afirma Ortega y Gasset). Las bondades de capacidad técnica humana están en la posibilidad de conservar y transmitir, desde y por fuera del cuerpo, información en la memoria colectiva, a través del lenguaje y de las representaciones simbólicas en general; no sólo a través de los genes. Los productos de la técnica y la técnica humana misma, se pueden repensar, modificar, perfeccionar y transmitir a las próximas generaciones que continuarán acabándola sin que parezca llegar a un estado de perfección absoluta. En esta medida, la técnica humana no tiene un fin, simplemente deviene con los cambios del ambiente, con los cambios en la memoria colectiva y con las mismas aspiraciones y libre albedrío del individuo.

Los artefactos técnicos nacen de una conjugación de los universos físicos y mentales: por un lado están inmersos en el mundo físico y actúan siguiendo unas determinadas leyes causales que les dan la posibilidad de existir y funcionar; por otro lado, dichos artefactos fueron concebidos en el mundo mental (individual o colectivo) con el fin de cumplir una función, intención o deseo (intencional). Cuando se incorpora el contenido mental sobre estructuras físicas materiales, a través de la capacidad técnica humana, nace el artefacto. Por tanto no son sólo objetos físicos y no son sólo actos humanos.

La Intencionalidad es la capacidad de la mente humana que permite y podría explicar la concepción inicial de los artefactos ya que permite que estados mentales como las creencias, las intenciones y los deseos logren imaginar un artefacto fuera de la mente (muchas veces inexistente y sin referencia en el mundo físico) y que además permita vencer los obstáculos físicos que impone el mundo natural a los objetos materiales. Los artefactos son entonces creaciones de nuestra mente de la que hacen parte la conciencia, los contenidos de los estados mentales e incluso el libre albedrío.

Finalmente, se afirma que los artefactos técnicos son mucho más que objetos con función, ya que los diversos diseños de un mismo objeto artificial nos muestra que existen muchos factores adicionales a la función, tanto externos (cultura, ambiente, moda, etc.) como factores internos propios del individuo (gustos, deseos, etc.).

Así quedan muchas líneas para pensar y seguir investigando sobre la naturaleza y teorías de los artefactos, que son unas de las manifestaciones más tangibles de nuestra capacidad técnica, de nuestro imaginario y de nuestra naturaleza humana.


Referencias

• ARTIFACT; Stanford Encyclopedia of Philosophy. Disponible en (http://plato.stanford.edu/entries/artifact/ ) consultado el 17 de junio de 2009
• KROES P. Y A. MEIJERS (2006) The dual nature of technical artefacts. Studies in the History and Philosophy of Science 37, 1-4.
• ORTEGA Y GASSET (1982), José. Meditación de la Técnica. Y otros ensayos sobre la ciencia y la filosofía. Revista de Occidente en Alianza Editorial. Madrid.
• PACHO, Julián (1997). Los Nombres de la Razón. Ensayo sobre los conceptos de razón y naturaleza en la tradición occidental. Bilbao. Servicio editorial Universidad del País Vasco.
• SEARLE, JOHN R. La Mente, una breve introducción. Traducción de Horacio Pons, Bogotá: Grupo Editorial Norma., 2006

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